¿Utilizas tu tiempo libre para adelantar trabajo?, o ¿para realizar un hobbie buscas el trasfondo productivo (libros, podcasts, etc)?; si es así todo el tiempo, ¡no es saludable! y te encuentras en un estado de productividad tóxica.
Todos entran con ilusión a una empresa, proyectando en ella una oportunidad de crecimiento profesional y aprendizaje; aunque el miedo a perderlo podría llevar a los colaboradores a trabajar mucho más y vivir en un constante estado de estrés enmarcado por la incertidumbre que ha traído la pandemia. Trabajar se vuelve tóxico cuando llevamos la autoexigencia y la competitividad a un ritmo tan acelerado que no se puede mantener a lo largo del tiempo sin que nos pase factura a la salud.
Lamentablemente, hemos crecido en una sociedad donde se reconoce al colaborador que se queda horas extras y a la persona que siempre está haciendo algo “productivo”; sin embargo, la productividad que muchas veces es aludida, también tiene su lado oscuro cuando, sin darnos cuenta, la vinculamos con nuestra autoestima y felicidad.
La productividad acelerada crea un ambiente tóxico alrededor, porque hay una descompensación entre el trabajo y el resto de la vida cotidiana. Por eso, es muy importante detectar el estado de los colaboradores, y examinar cómo es su vida en este momento.
- ¿Se sienten culpables al descansar?
- ¿Todo lo que no se centre en el trabajo y el crecimiento es “una pérdida de tiempo”?
- ¿Relajarse se vuelve casi imposible?
La productividad tóxica es un fenómeno persistente del que pocos son conscientes, a menos que comiencen a sufrir graves consecuencias; de cualquier manera, hay señales claras avisándoles que están cruzando la línea que separa lo sano de lo tóxico:
- Estrés exagerado o fuera de lo habitual
- Un estado de nerviosismo constante
- Adicción al trabajo
- Ausencia de vida propia
- Agotamiento permanente